Intolerancia a la lactosa
El Instituto Nacional del Cáncer (NCI) define la intolerancia a la lactosa como ‘la incapacidad de digerir o absorber lactosa, un tipo de azúcar que se encuentra en la leche y otros productos lácteos’. Es un evento extremadamente común y se estima que hasta el 70-80% de la población la padece en mayor o menor grado. De todas formas, su prevalencia depende de la etnia y la herencia. Por ejemplo, está presente en el 15% de los europeos y el 90-95% de los africanos.
La lactasa es una enzima producida en el intestino delgado que se expresa durante la infancia en todos los mamíferos. Es esencial para que tenga lugar la digestión de la lactosa y su conversión en componentes más simples (glucosa y galactosa). Los intolerantes a la lactosa producen poca cantidad de lactasa, lo que imposibilita su transformación. Por este motivo, el compuesto se desplaza hasta el colon e interactúa con las bacterias allí presentes.
La descomposición de la lactosa por parte de las bacterias del colon genera gases y también se produce un desbalance de líquidos. Esto deriva en síntomas como dolor abdominal, diarrea, gases, náuseas y vómitos.
Causas de la intolerancia a la lactosa
1. Intolerancia primaria
En este cuadro, se produce una pérdida progresiva de la enzima lactasa. Los bebés la requieren para poder digerir la leche materna, pero a medida que se produce el cambio de dieta es común que la enzima comience a decrecer. Un decrecimiento drástico de la lactasa hace que la lactosa no se pueda absorber todo lo bien que debería, generando los síntomas típicos de la condición. La base de esta intolerancia es genética.
Cabe destacar que todas las personas con intolerancia primaria a la lactosa pueden consumir pequeñas cantidades de productos lácteos sin experimentar síntomas graves. Si se produce una reacción clara ante porciones muy pequeñas, lo más probable es que el paciente muestre una alergia a las proteínas de la leche (algo muy diferente a la intolerancia).
2. Intolerancia secundaria
Esta forma de intolerancia encuentra su causa en una enfermedad previa, una lesión intestinal o un procedimiento quirúrgico. Dicho de otro modo, es adquirida y no tiene una base genética por sí sola. Algunas de sus causas más comunes son las siguientes:
- Celiaquía: la celiaquía cursa con daños en el revestimiento del intestino, lo que puede derivar en una intolerancia secundaria a la lactosa.
- Síndromes de malabsorción: diversas condiciones pueden provocar una malabsorción de nutrientes a nivel intestinal, lo que incluye a la lactosa.
- Enfermedad de Crohn: esta patología cursa con una inflamación del tubo digestivo que ocurre en brotes. Su causa es desconocida, pero sí se sabe que se puede relacionar con la intolerancia a la lactosa en muchos casos.
- Cirugía: si se produce la resección de parte del intestino, es posible que los alimentos no se digieran tan bien como antes de la intervención.
En algunos casos de intolerancia secundaria, solucionar la enfermedad subyacente puede ser suficiente para que la condición mejore o desaparezca. Este proceso puede llevar tiempo.
3. Intolerancia congénita
Este cuadró está causado por una mutación en el gen de la lactasa, lo que causa una actividad mínima o nula de la enzima. Es una enfermedad rara y se manifiesta desde la infancia, pues los bebés recién nacidos afectados son incapaces de digerir la leche materna.
Intolerancia genética a la lactosa
Intolerancia genética a la lactosa